Coroneta

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Una coroneta cortada per la mitá
COMO VEYÉ LOS ESCRITOS
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lunes, 27 de junio de 2011

Malos tiempos aquellos

Fa un tiempo que va'scribí esta historia y teniba muchas dudas si era apropiada pa colgá en el blog; pero per otro lau, yo mismo me diba —¿Y per qué no?— Las crónicas  no son solo de cosas normals u bonicas, tamé ñai que contá los momentos duros.


Malos tiempos aquellos


En la memoria de cada persona van quedán recuerdos, qu'a lo milló, unos no tienen importancia y se dixan arrinconaus; pero otros, renacen con fuerza cada vez que “pasán revista al libro de la vida”.

Un llugá que se llama Estadilla, una peña que destaca y le din Montaguares, una silueta lejana qu'é El Pueyo

Va ñabé una época (pocos la pueden olvidá si la van viví), que el día a día era complicau; sobre to pa las mullés que teniban que rompese los sesos pa tení en el pllato, tres veces al día, algo de da de comé a to la familia y si a más teniban críos, tamé la merienda. Ixa era la preocupación más inmediata; pero e’ñabeba otras que no dixaban de se agobiantes. Vestí y calzá a toz, las enfermedades y sobre to las de los críos, que como se diba “lo cogen to”. Después ixos gastos chicoz de cada casa: Que si una llibreta pa la’scuela del crío, un chubillo filo, un kilo azúcar, una bombilla que se funde y mil cosas más. To lo teniban que solucioná las mullés con unos “medios económicos” ben esquifius.


Un pllato farinetas con chicharros de pan
El ñabene diez bocas alrededó d’una mesa, no era brenca raro. Viviban en muchas casas hasta tres generacions debaixo del mismo techo. Los agüelos, el hijo u hija casaus, que se les llamaba “los chovens” y sus hijos  (É curioso qu’esta palabra de “chovens”, estaba desvinculada de la edá, y en muchos casos, cuan se les nombraba, se les seguiba llamán “los chovens de casa tal”, aunque tenisen 70 años y los más agüelos habesen desapareciu). Otros miembros habituals en muchas familias eran los tions, hermano u hermana solterons de los agüelos y tamé, los hermanos solteros de los chovens. Toz viviban debaixo del mismo techo y sentaus alrededó de la misma mesa. Una mesa, que como he dicho avans, eran las mullés las que teniban que fe peus y mangas pa tenila “servida”.
Un pllato sopas con güego y un toque de romero

Esto que voy a di deseguida pa las comidas, no era qu’en todas las casas fuese así; pero la gran mayoría sí. Pa primer pllato, sopas to’l año en las tres comidas, almuerzo, comida y cena. Ya podeban felas con toz los “flloreros” del mundo: hervidas solas, hervidas con cebolla, hervidas con un güego batiu (ixo sí, solo un güego en el puchero pa toz), escaldadas con aigua, escaldadas con un crostón tostau y untau con ajo, escaldadas con el caldo del recau. Se feban hasta con leche pa postre. En todas las maneras de felas, el apaño que no podeba faltá, era'l ajo y el aceite, menos en las de leche, claro.

Una col ben maja
Alguna vez en invierno, en vez de las sopas, se feban farinetas. Si te las comebas recien feitas y con chicharros de pan frito que cruixise…. ¡Psse!, aún; pero como tardases en metete a la mesa (cosa que a los críos les pasaba casi siempre), se apelmazaba la farina, se reveniban los chicharros y aquello paeceba un flan (claro, solo en la forma, no en el gusto). Pa cená de segundo…., ¡to’l  invierno col!. Un día sí, y el siguiente tamé. Alguna vez se apañaba con una chulleta de tocino frita en la sartén. ¡Pero chiquez, ñabeba más días que chulletas!. Cuan iban venín las pellas, se iban alternán, u sea sé, que si un día tocaba el dimonio, el siguiente estaba en el pllato satanás. ¡Qué poco gustaba a los críos las verduras!...., más u menos como hoy.

Una pella
En algunas casas se meteban dos pllatos en cada comida y a corré. ¡Y aún gracias! Sin embargo en otras se comeba un tercer pllato p’al mediodía y pa la noche. ¡Éste..., éste era el que más les feba tarabaniá a las mullés! Tomate regüelto con un güego pa podé untá mucho pan, sangre con cebolla; alguna vez al mediodía un conejo, ¡tortilla de patata!, ixe día fiesta mayó.

Güeno, no quiero cansatos más con estas historias de las comidas, perque cada casa era un mundo y “si en una se comeban fabas, en otras a calderadas”. Lo que sí las “hermanaba” a todas era qu’el alimento “por excelencia”, estaba en el pan y las patatas.

Los gastos más gordos, como los de los carpinteros, los ferreros, los albañils, los guarnicioneros…. y algún otro, se liquidaban una vez al año. Ellos iban apuntán en una cuenta pa cada casa y cuan llegaba Setiembre/Octubre, después de vendidas las cosechas, se pagaban.

Ixos otros gastos más chicoz que tos he dicho avans, se iban solucionan día a día. Per ejemplo, cada semana pasaba el pielero comprán las piels de los conejos que se habeban comiu, claro, unos días en teniba pa vendé en una casa y otras semanas un’otra. Tamé, los jueves de to’l año veniba el pollero a Casa Burrel. Teniba como “representante” al Siño Pepito Greña, que toda la semana iba comprán conejos, pollos, güegos y algún pato qu'otro.



Llegaba de Barcelona con una camioneta cargada con unas jaulas vacías muy curiosas. Eran llargas y anchas pero poco altas. Estaban divididas en compartimentos y cada uno teniba una puerteta p’encima pa meté en dentro los animals vivos. Toda la jaula estaba feita de mimbres entrecruzaus.

Pa salímene d’esta paliza que tos he metiu, voy a contatos una historieta muy curiosa y que refleja prou ben las estrechuras en que se viviba.

Una cuadrilleta de zagals van acordá fe una “fiesta” y convidá  a las zagalas. Van decidí que fuese después de dos semanas, p'así podese prepará. El sitio don fela sería en Mazas. Comprarían una caja galletas y una botella de Moscatel. (Estos eran toz los “ingredientes” necesarios pa fe una “gran fiesta”). Se pagaría a’scote entre los siete u ocho zagals, las zagalas gratis.

¡A chiquez!, aquí van empezá los cambalaches que teniban que fe cada zagal pa tení las perras pa ixe día. Alguno l’en van pedí a sus pares, otros lo van sacá de la hucha, y otros se las van apañá como van podé. Pero va ñabé uno, que ven los problemas que sentiba cada día en casa con los dinés, no se va atrevé pas a pedilo a sus pares y tampoco sabeba d’on sacalos. Tamé estaba el “asunto” del Moscatel, que no s’isen a pensá en casa, que se podeban emborrachá.

Entoces se le va ocurrí cogé un güego del ponedó de las gallinas cada día, d'ixa forma no se notaría, y lleválene al Siño Pepito Greña cuan en tenise media docena. (Ya sería ben poqueta cosa la necesaria p’arreglase, si ñabeba prou con media docena güegos. Pero pa él, era una montaña).


Igual que éste era el futbolin del Bar Azul

Pos güeno, la vispra de la fiesta teniban qu'apoquiná cada uno su parte. El zagal va cogé la media docena güegos que teniba en un amagatón; se meté tres en una pocha de la chaqueta y los otros tres en la otra y s’en va a llevalos al Siño Pepito (claro, como si fuese su mare el que lo mandaba); pero con tan mala suerte que no estaba en casa en aquellos momentos.

            —Güeno, m’en iré a da una güelta hasta que vienga.

En la calle Mayó s’encontra con tres amigos.

            —Tiengo una peseta, au que mon irén a chugá una partida al futbolín—Dice uno d’ellos.
            —Vale.

El futbolín lo teniban en el bar de Casa’l Maturro de la calle Mayó (El Bar Azul). Estaba en el patio de la casa pa no’sturbá con el ruido a la chen del bar.

Se van meté a chugá…¡y el zagal con los güegos en la pocha!. A to esto, que pa chutá fuerte una pilota, le d’a la barra del futbolín pegán un brinco. ¡A te gibo!..... uno de los güegos sale disparau de la pocha y s’escllafa contra el suelo.

Se va quedá del coló del papel. To amuinau. ¿Ahora qué? ¿No voy a i a casa del Siño Pepito con solo cinco? ¿Qué pensará?

Las perras que las necesita p’aquella noche misma y sin sabé como apañaselas. Al final decide ísene enta casa y esplicale a su mare toz los “sufrimientos y quebrantos” qu'habeba pasau aquellos días.

            —Mamá… yo… te quereba di, pos… que—Y l’en va contá to.
            —Mira, cuan te pase una cosa así—La mare to comprensiva y cariñosa—Viens y me lo contas, qu’entre los dos lo arreglarén. Toma los dinés y que lo pasez ben.
            —¡Uuuuy, tan fácil qu’ha siu! Y yo devananme los sesos quince días—Va pensá el pobre zagal.

Este é el camino del cementerio desde don las zagalas se mon feban la burlla después de dixamos pllantaus.
Van comprá la caja galletas y el Moscatel en Casa Miguelé, y el domingo, como habeban quedau, van marchá los zagals a Mazas; pero las zagalas los van dixá pllantaus y no van queré baixá, y después a más, desde el camino del cementerio, les feban momos, mangas y chirigotas.

Güeno, aquí acabo este cuento en “dos actos”; pero con un mismo espritu y que de cuento tiene poco y de realidá mucha.



                                                                                                          Francho Chardiz

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